miércoles, 14 de octubre de 2009






Blhoja 001. VIAJANDO CON MI PERRO



“Cuando yo era muy jovencito y me hallaba poseído por el impulso de encontrarme en algún otro lugar, las personas de edad viril me aseguraban que la virilidad curaría seguramente esa inquietud.
Cuando los años me colocaron en la virilidad, el remedio que se me prescribió fue el de la edad madura, y al llegar a ésta se me aseguró con idéntica seguridad que la edad avanzada calmaría aquella fiebre mía. Ahora que tengo cincuenta y ocho años, creo posible que la senectud pueda llevar a efecto esa curación.
Hasta ahora nada ha dado resultado. Cuatro roncos toques de la sirena de un barco siguen erizando el vello de mis manos y cuello, y dan un repentino nerviosismo a mis pies. El ruido de un avión a chorro o de un motor cualquiera en marcha; hasta el repiqueteo de unos vasos herrados sobre el pavimento, reviven en mí aquel antiguo estremecimiento, aquella sequedad de boca y aquella vacuidad en la mirada; la calentura en las palmas de las manos y ese desagradable dolorcito en la boca del estómago, debajo de la reja de las costillas. En otras palabras: que no mejoro ni un poco. Y en otras palabras más: que quien ha sido vagabundo una vez, será vagabundo ya para toda su vida. Temo que esta enfermedad es incurable. Y si consigno el hecho aquí, no es para instruir a los demás, sino para informarme a mí mismo.
Cuando ese virus de la inquietud comienza a tomar posesión de un hombre, y el camino que parte de aquí se presenta ancho, recto y agradable, lo primero que tiene que realizar la víctima es encontrar en sí misma una razón suficientemente valedera para partir. Esto, para el vagabundo práctico, no resulta demasiado difícil, porque tiene a su disposición siempre un interminable número de razones, entre las cuales puede elegir. A renglón seguido, deberá planear su viaje en cuanto al tiempo y el espacio: elegir una dirección y un destino. Y finalmente tendrá que ocuparse de los detalles de la expedición: lo que deberá llevar, cómo tendrá que viajar y cuánto tiempo invertirá en la misma. Esta parte del proceso es siempre invariable e inmortal. La consigno aquí únicamente con el propósito de que los recién incorporados a la orden del Vagabundaje, como adolescentes en flamante pecado, no crean que han sido ellos quienes la inventaron.
Una vez que el viaje ha sido diseñado, que se ha conseguido el equipo necesario para realizarlo y que todo se encuentra ya en proceso de ejecución, se presenta un nuevo factor que de inmediato adquiere preponderancia sobre todo lo demás. Un viaje, un safari, una exploración, es toda una entidad, diferente en todos los demás viajes. Posee personalidad, temperamento, individualidad y originalidad. Un viaje es por sí mismo una persona: no hay dos iguales. Y todas las precauciones, coerciones, planes e ideas son completamente infructuosos. Después de años de luchar y luchar, descubrimos que no somos nosotros quienes hacemos el viaje, sino el viaje quien nos hace a nosotros. Los programas, reservas, asesorías, rígidas e inevitables, se destruyen al chocar con la personalidad del viaje contemplado. Y únicamente cuando reconozca lo que acabo de decir, podrá el vagabundo emprenderlo y llevarlo adelante. Únicamente entonces desaparecen las frustraciones. En esto, un viaje es como un casamiento. La manera más segura de fracasar es creer que uno lo domina.
Después de haber dicho esto me siento mejor, a pesar de que solamente quienes poseen experiencia en la materia lo habrán comprendido.”

TRAVELS WITH CHARLEY (VIAJANDO CON MI PERRO)
John Steinbeck (1962)
Traducción: Federico López Cruz (1964)


2 comentarios:

  1. Que bueno tu espacio Eduardo,te cuento que la Editorial Municipal de Rosario lanzó un concurso fotográfico vigente hasta el 30 de noviembre de 2009, las bases las podes encontrar en la página de la EMR.
    Te mando un abrazo y hasta pronto.

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  2. Gracias por tu comentario y por la info.
    Un abrazo.

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