sábado, 9 de enero de 2010











Blhoja 010. VILLA CARLOS PAZ

Enero´97.
Esa primer noche cerraba Mercedes Sosa.
La radio avivaba la polémica.
Los tradicionalistas se quejaban fuerte porque no podía ser que Charly estuviera en el Festival de Cosquín. La Negra lo invitó y se la bancaba.
“Por favor no hagas promesas sobre el bidet…” ¿le cantaría a Menem tal vez?

La mañana estaba calurosa y había que hacer tiempo para tomar el hotel de la Av. Libertad a las doce. Por suerte hacía rato que teníamos reserva porque este año era un record de gente que venía al festival y como no alcanzaban las plazas en Cosquín se agotaba en todos los alrededores. El uno a uno daba muy bien para los viajeros. No todos podían decir lo mismo.
La lanchita llegó al embudo que chupaba agua. La otra vez lo vi desde arriba y era horrible, había poco agua y el coso se mostraba amenazadoramente poderoso, tenía 11 o 12 años y a esa edad se veía inmenso. Ahora lo veía un poco menos inmenso (aunque sea cuestión de perspectiva) y la lanchita que se acercaba mas y mas y yo rogando que no lo haga tanto como para que no nos chupe. Habían pasado muchos años y seguía provocándome escozor. Siempre hay algo poderoso a que temerle.
El hotel era bastante agradable y la habitación daba a una calle tranquila.
A recorrer la Villa: el Cu-Cu (que no se asomó, claro), la costa del lago, el centro; por la noche peatonal y feria artesanal y buscar un lugar tranquilo para comer, eso de estar en la vereda y amontonados, con las bandejas crujiendo grasa de chorizo rozándote las orejas, a pesar de la habilidad del mozo, no era muy agradable. Por ahí apareció, en una calle oscura, un lugarcito tranquilo para comer rico, ¡y estaba cerca del hotel!.











El itinerario habitual: paseo por Cosquín, La Falda, La Cumbre, Capilla del Monte. Un sol espléndido y un calor soportable. El zapato inmóvil.



Nunca me gustó el amontonamiento de gente. Mucho menos de gente que esta al pedo y boludea y porque está de vacaciones se lleva todo por delante y no mira si me pisa o si me disloca un hombro o algunos de sus pibes me deja pegada la bochita de helado de chocolate en el pantalón cargo que compre en el local exclusivo de la marca de moda y que al final a mas de cuatrocientos kilómetros hay un montón de pantalones cargo exclusivos idénticos al mío. Igual que en la calle de las parrillas, la playa mas popular sobre el río San Antonio olía a asado.Y el asado es riquísimo, pero esta bueno comerlo tranquilo con un buen vinito, sin tantos pibes corriendo alrededor, sin pelotas de futbol rebotando por doquier, y lo peor: un río con poco agua y lleno de gente… y además, con ¡¡padres!!.
Lo se, soy un poco ermitaño.

Por suerte existe Icho Cruz.


A diez kilómetros, un colectivito que te deja a metros del río. El mismo del balneario con aroma a asado, pero con todo el espacio para refrescarse en sus saltarinas aguas. El lugar ya se adivinaba fresco desde la ventanilla del bus. Mucha sombra, poca gente… tranquilidad. ¡Haberlo conocido antes de reservar el hotel en la ciudad!.



Después medio día en Córdoba (cápiiital), no mucho, estaba pesado el día y era mas conveniente buscar un lugar sin tanto cemento así que raudamente me subí a un bus rumbo a Salcipuedes. Medio día de río, sombras de añejos árboles, muchos pájaros felices y un recorrido guiado por Osvaldo que se asombraba a cada rato de como había cambiado el pueblito después de añares de no pisarlo.







La clásica subida al Cerro de la Cruz, pero… como me gusta explorar, nos indicaron un atajo y allí lo arrastre a Osvaldo y acompañados por un cuzquito subimos por un sendero bastante empinado hasta el camino principal que en pocos metros acabó en la cruz.
La vista es espectacular: la Villa, el lago, al otro lado un valle inmenso. La vuelta fue mas complicada porque con el mismo espíritu empecé a andar sin ninguna huella, guiándome, entre los pastos y los arbustos, de puro guapo. Claro que mi amigo me putió de pies a cabeza y el cuzquito había decidido seguir a alguien menos complicado. Pero la subida al Cerro pasó de ser una simple caminata por un amplio y cuidado camino a una expedición por un terreno casi agreste, y digo casi porque sobraban botellas de coca cola, paquetes de cigarrillos y demás desechos del consumo humano.





















Me prometo no volver a Villa Carlos ¿Paz?.




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