lunes, 11 de octubre de 2010












Blhoja 036.CHILE 2002 - OTRA VEZ EN PUERTO MONTT


No es momento, creo, de echar culpas. Es momento de decir la verdad. La Argentina está quebrada. La Argentina está fundida. Este modelo en su agonía arrasó con todo. La propia esencia de este modelo perverso terminó con la convertibilidad, arrojó a la indigencia a 2 millones de compatriotas, destruyó a la clase media argentina, quebró a nuestras industrias, pulverizó el trabajo de los argentinos. Hoy, la producción y el comercio están, como ustedes saben, parados; la cadena de pagos está rota y no hay circulante que sea capaz de poner en marcha la economía”.

Así comenzó su discurso de asunción el presidente interino Eduardo Duhalde el 2 de enero de 2002. El país había sido destruido durante la presidencia de Fernando de la Rúa que luego de renunciar, tuvo que escapar de la Casa de Gobierno en un helicóptero. El pueblo estaba en la calle, había saqueos y cacerolazos, unos por hambre, los otros porque les habían “acorralado” sus ahorros. La policía reprimía: durante estos hechos de diciembre de 2001, mataron a 39 ciudadanos, 9 de ellos menores de edad. El ministro de economía Domingo Cavallo, uno de los ideólogos de este plan salvaje, había priorizado la salvaguarda de los intereses económicos de las grandes corporaciones al bienestar del pueblo; macabro plan inaugurado durante la criminal dictadura militar de los ´70, reafirmado durante el gobierno de Menem, durante los ´90 y como estacazo final este robo a los bolsillos y a la esperanza del pueblo. El nuevo presidente no era un símbolo de cambio, aunque en ese momento cualquier cosa podía significar una renovación. De hecho no lo fue: su gobierno trajo mas muertos por represión. 






















Me habían quedado unos ahorros (que por suerte no los tenía depositados en ninguna entidad chorra-financiera), a los cuales preferí gastarlos en un nuevo viaje antes que me lo robe el estado con algún nuevo impuesto o lo que sea.
Decidí volver a Chile, otra vez a Puerto Montt, pero ahora, cruzando por el Paso Cardenal Samore. Osvaldo me acompañó. Y yo a él.
El Paso Fronterizo Internacional Cardenal Antonio Samore, conocido también como El Rincón (aduana argentina)  y como Pajaritos (aduana chilena), une, en un tramo de 170km. aproximadamente, la ciudad argentina de Villa La Angostura al sur de la provincia de Neuquén, con la chilena Osorno, capital de la provincia del mismo nombre en la Décima Región, de Los Lagos. A una altura aproximada de 1300 m.s.n.m. es el segundo paso en importancia luego del Paso Cristo Redentor o Los Libertadores (Mendoza-Santiago) y es el único asfaltado en la región sureña. 



Ese enero de 2002 llegamos a San Carlos de Bariloche, inicio del cruce que nos llevaría a Puerto Montt. El bus retoma la ruta 237 por la que habíamos llegado, hasta el Valle Encantado y de allí comienza a recorrer la nacional 231 que bordea por la izquierda el lago Nahuel Huapi
cercado, entre las estribaciones cordilleranas, por  coihues y lengas de esplendidas alturas, se lo ve además, bañando placidamente la Isla Huemul. Pasamos por la típica población de Villa La Angostura para seguir hasta “El Rincón” bordeando en parte hacia la izquierda un brazo del Nahuel Huapi y por la derecha el Lago Correntoso y mas adelante el Lago Espejo. Ya en Chile, pasado Pajaritos se entra al Parque Nacional Puyehue cuya característica es de bosque húmedo siempreverde, donde abunda el coihue, la tepa, el ulmo. El verde predomina el paisaje y se pueden ver los picos siempre nevados de los volcanes que abundan en la zona. Luego de pasar por el Lago Puyehue se llega a Osorno y el bus toma la ruta 5 o la Carretera Panamericana, la mas importante de Chile ya que une Arica, en la frontera norte con Perú y Puerto Montt, nuestro destino.

La ciudad, luego de dos años, me sorprendió. No era la misma. La apacible ciudad que conocí, estaba transformada en un ir y venir de turistas que inundaban las calles céntricas, portando bolsas de compras y cuyas charlatanerías se mezclaban con los diversos ringtones de sus celulares y el ruido ensordecedor de los martillos hidráulicos rompiendo calles y veredas para mejorar su andar y la de las 4x4 que invadían las calles. Frente a la plaza principal, alambrados, vallas y montículos de tierra compartían el espacio con las carpas blancas levantadas para albergar no se que feria. Se inauguraba el nuevo Moll junto a la costanera y cerquita nomás el parque de diversiones se preparaba para sonar toda la noche. La ciudad estaba alborotada. 













"El agua de este lago es clara como la del Ginebra en Suiza, su superficie es de siete leguas más o menos de largo, por otras tanto de ancho, de tal modo que no pude distinguir la orilla del frente. Tiene como áquel, los nevados Alpes por un lado, la Cordillera de los Andes que se levanta desde sus riveras orientales con un volcán cubierto de nieve hasta la mitad de su altura y que se interna en sus aguas."

Bernardo Eunom Philippi 

Así relataba el naturista alemán que en 1842, en una excursión por la Patagonia chilena descubrió el Lago Llanquihue. El volcán que menciona es el majestuoso Osorno, que desde lejos predomina el paisaje. Frutillar y Puerto Varas crecen junto al lago. Dos ciudades de gran importancia para el turismo de la región.
Desde Puerto Varas, bordeando el Lago hasta las cercanías del volcán Osorno, se llega al Lago Todos Los Santos, llamado también Esmeralda por el color verdoso de sus aguas, aunque según el estado del tiempo se lo puede ver azul o plateado. Este Lago es el paso lacustre que une Puerto Montt/Puerto Varas, con San Carlos de Bariloche junto al Lago Nahuel Huapi.




















Regresamos por Santiago. Viajamos en bus toda la noche y amanecimos en la capital. Tuvimos unas horas para tomar el metro hasta la estación La Moneda y caminar unas cuadras del centro de Santiago.
Al mediodía iniciamos el regreso cruzando por quinta vez el paso fronterizo Los Libertadores, con la majestuosidad de las montañas andinas, mostrando sus rocas limpias. La aridez del paisaje dibujando mil y una formas de caprichosas curvas y con distintos tonos de ocres, volvieron a maravillarme desde mi estática ubicación, dentro de ese minúsculo transporte que corría sereno entre la inmensidad de los Andes centrales.

Ya voy a disfrutar esas montañas con todos los sentidos (es una amenaza).










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